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al estado, es servir al dios tutelar de este. Es una especie de teocracia, en la que no ha de haber mas pontífice que el príncipe, ni mas sacerdotes que los magistrados. En ella, morir por su pais, es ir al martirio; violar las leyes, es ser impío; y someter un culpable á la ecsecracion pública, es abandonarle á la cólera de los dioses: Sacer esto.

Pero tiene de malo que fundándose en el error y en la mentira, engaña á los hombres, los hace crédulos y supersticiosos, y denigra el culto de la Divinidad con un vano ceremonial. Tambien es mala cuando, llegando á ser esclusiva y tiránica, hace á un pueblo sanguinario é intolerante; de modo que solo respira mortandad y destruccion, y cree hacer una accion santa matando á cualquiera que no admita sus dioses. Esto constituye á semejante pueblo en un estado natural de guerra con todos los demas; lo que es muy perjudicial á su propia seguridad.

Falta hablar de la religion del hombre ó sea del cristianismo, no del de nuestros tiempos, sino del del Evangelio, que es del todo diferente. Por esta religion santa, sublime, verdadera, los hombres, hijos del mismo Dios, se reconocen todos por hermanos; y la sociedad que los une no se disuelve ni aun por la muerte.

Mas esta religion, que no tiene ninguna relacion particular con el cuerpo político, deja á las leyes la única fuerza que sacan de sí mismas sin añadirles ninguna otra; y de aqui