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men: al contrario, creo que por no haber hecho muchas mudanzas por este estilo, se aceleró la pérdida del estado. Del mismo modo que no conviene á los enfermos el regímen de los sanos, tampoco se ha de querer gobernar á un pueblo corrompido con las mismas leyes que convienen á un buen pueblo. Nada prueba tanto esta máxima como la duracion de la república de Venecia, cuyo simulacro ecsiste en la actualidad, por la única razon de que sus leyes no convienen sino á hombres malvados.

Distribuyeronse pues á los ciudadanos tablillas, por cuyo medio cada cual podia votar sin que se supiese cual era su parecer: establecieronse tambien nuevas formalidades para recoger las tablillas, para contar los votos, para comparar los números, etc.; lo que no impidió que fuese sospechosa muchas veces la fidelidad de los oficiales encargados de estas funciones [1]. Por último, para impedir la intriga y el tráfico de los votos, se dieron varios edictos, cuya multitud es una prueba de su inutilidad.

Hácia los últimos tiempos era preciso recurrir á menudo á espedientes estraordinarios para suplir la insuficiencia de las leyes: unas veces se suponian prodigios; pero este medio que podia engañar al pueblo, no engañaba á los que le gobernaban: otras veces se convoca-

  1. Custodes, diribitores, rogatores suffragiorum.