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prescindiendo de su grandeza, su gobierno no es mas aristocrático que el nuestro. Toda la diferencia consiste en que, no teniendo ningun gefe vitalicio, no tenemos nosotros la misma necesidad de la suerte.

Las elecciones por suerte tendrian pocos inconvenientes en una verdadera democracia, en la cual, siendo todo igual tanto por las costumbres y por los talentos como por las máximas y por la fortuna, la eleccion seria casi indiferente. Pero ya he dicho que no ecsiste una verdadera democracia.

Cuando la eleccion y la suerte se encuentran mezcladas, la primera debe recaer sobre los destinos que ecsijen un talento particular, como son los empleos militares; la otra conviene á aquellos destinos que solo requieren buen discernimiento, justicia é integridad, tales como los cargos de la judicatura; porque en un estado bien constituido estas cualidades son comunes á todos los ciudadanos.

Ni la suerte ni los votos tienen lugar en un gobierno monárquico. Siendo el monarca de derecho el solo príncipe y el único magistrado que hay, la eleccion de sus lugartenientes le pertenece esclusivamente. Cuando el abad de St. Pierre proponia multiplicar los consejos del rey de Francia y elejir sus miembros por escrutinio, no veia que su proposicion mudaba la forma de gobierno.

Queda aun por decir la manera de dar y de recoger los votos en las asambleas populares; pero tal vez la historia de la policía