las resoluciones del Pueblo quando el Senado no se le juntaba, pasaban siempre tranquilamente, y en la mas grande pluralidad de sufragios. Los Ciudadanos no teniendo mas que un interes, el Pueblo tampoco tenia mas que una voluntad.
A la otra extremidad del cerco, hay unanimidad: entónces es quando los Ciudadanos sumergidos en la servidumbre, ya no tienen libertad ni voluntad: entónces el temor y la lisonja mudan en aclamaciones los sufragios; no se delibera, se adora ó se mal dice. Tal era el vil modo de opinar del Senado en tiempo de los Emperadores, haciéndose esto algunas veces con ridículas precauciones. Tácito observa que baxo de Othon, los Senadores colmando de execraciones á Vitelio, procuraban hacer al mismo tiempo un ruido formidable á fin de que si por casualidad llegaba á la razon el tirano, no pudiese saber lo que cada uno de ellos habia dicho.
De estas diversas consideraciones nacen las máximas sobre las que se debe reglar el modo de contar las voces y comparar los avisos, segun que la voluntad general es mas ó ménos fácil de conocerse y el Estado mas ó menos declinante. No hay sino una sola ley que