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guidísima que nos diera como legado maldito un bárbaro tirano!

Cautivo en los dulces lazos de aquel cariño, que doña Manuela amaba como amar saben las porteñas, con alma y corazon; gozó el hispano años hermosos de tranquila vida hasta que á Dios plugo llamarle á juicio.

Fructuoso como feliz fué aquel matrimonio viendo retoñar al calor del hogar y bajo el paterno techo, hermosos vástagos que convirtiéronse despues en hombres útiles y buenos.

Recibieron todos el agua del bautismo cristiano en la actual iglesia de San Ignacio; y corridos los primeros años cuatro de ellos tomaron camino de Córdoba en busca del pan del alma que con mano pródiga repartian doctos varones en el aula de la vieja Universidad que fundáran bajo los auspicios de un muerto ilustre, frai Fernando Trejo de Sanabria, los padres de la Compañia de Jesús, en los tiempos del tercer Felipe.

Uno de ellos, Francisco Enriqués Peña, casó con la cordobesa Maria de los Angeles Velez, y fruto fué de su union Don José María Enriqués Peña y Velez á quien con harta justicia apellidaria "El Mártir", que lo fué por su amor á la pátria y á su libertad.

Como su padre, el niño Peña cursó sus estudios en la Universidad de Córdoba, ménos antigüa pero no ménos importante que la de San Marcos de Lima.

No era, empero, en la época á que nos referimos, aquel Colejio Máximo que dió á la gloria literaria