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INCIDENTE DE LA VENTANA.

tor. Pero pronunció las palabras con dificultad; y antes que la sonrisa hubiese desaparecido por completo de su cara, ésta expresó un terror y una desesperación tales, que nuestros dos caballeros sintieron helárseles la sangre en el cuerpo.

Todo aquello duró nada más que un momento, pues la ventana fué cerrada instantáneamente; sin embargo, aquel instante les había bastado, y dieron media vuelta, saliendo del patio para cambiar algunas palabras. Atravesaron en silencio la callejuela, y sólo cuando llegaron á una calle inmediata, en la cual, á pesar de ser domingo, había alguna animación, fué cuando Utterson se volvió, por fin, hacia su amigo y lo miró.

Ambos estaban pálidos, y había en sus ojos una expresión de horror tan grande, que decía bastante por sí misma.

—¡Que Dios nos perdone! ¡Que Dios nos perdone!—exclamó Utterson.

El Sr. Enfield hizo gravemente un signo con la cabeza, y siguió en silencio su camino.