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El DR. JEKYLL.
—¿Es del Doctor Jekyll, señor—preguntó el pasante;—me parece haber reconocido la letra. ¿Algún asunto privado?
—Me invita á comer, nada más. ¿Por qué? ¿Queréis ver la carta?
—Sí, permitidme por un momento.—Y el pasante colocó una al lado de la otra ambas hojas de papel, y las comparó cuidadosamente.
—Gracias, caballero—dijo al fin, devolviéndole una y otra—es un autógrafo muy interesante.
Se sucedió una pausa, durante la cual tuvo lugar una lucha en el ánimo del Sr. Utterson, que de repente preguntó al pasante:
—Guest, ¿por qué habéis comparado esas dos cartas:
—Pues bien, Sr. Utterson, hay entre ellas una rara semejanza; las dos letras son idénticas en muchos puntos; sólo difieren en su oblicuidad.
—Es cosa original, ¿verdad?