heredar la cuarta parte de un millón de libras esterlinas.
Una mujer de edad, de rostro pálido y cabello blanco, abrió la puerta. Tenía mala cara, aunque suavizada por la hipocresía, pero sus modales nada dejaban que desear.
—Sí—dijo—aquí vive el Sr. Hyde, pero no está en casa.
Añadió, que había llegado por la noche, muy tarde, y que había vuelto á salir haría poco menos de una hora; nada de particular había en eso; sus costumbres eran muy poco uniformes, y estaba á menudo ausente; en prueba de ello, dijo que hacía dos meses que no lo había visto, hasta la tarde del día anterior.
—Perfectamente, deseamos ver su habitación—dijo el abogado—y como la mujer empezaba á manifestar que era imposible—Bueno es que sepáis—continuó—que el señor es el inspector Newcomen del Distrito de Scotland.
Un relámpago de siniestra alegría brilló en el rostro de la mujer. —¡Ah!—exclamó