ciudad presentada en una pesadilla, entrevista en sueños. Sus pensamientos, además, eran lúgubres, y al volver la vista hacia su vecino de coche, sintió algo de ese temor que inspiran siempre la ley y sus representantes, y que puede experimentar hasta el hombre más honrado.
Cuando el carruaje llegó frente al número indicado, la neblina se disipó un poco y le dejó ver una calle sucia, una taberna, una casa de comidas de precio ínfimo, una tienda en donde vendían periódicos á cinco céntimos y lechugas á dos cuartos, muchos niños harapientos acurrucados en las puertas de las casas, y numerosas mujeres de distintas nacionalidades que iban y venían, llevando en la mano las llaves de sus cuartos, de donde salían para ir á tomar el trago de la mañana. Poco después, la neblina volvió á ser intensa, y se halló separado de todos aquellos desagradables cuadros.
Allí estaba la residencia del favorito de Enrique Jekyll, de un hombre que debía