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EL DR. JEKYLL ESTABA TRANQUILO.

es que en el instante mismo que yo quiera, podré librarme, desembarazarme del Sr. Hyde. Dicho ésto, he aquí mi mano; gracias otra vez. Sin embargo, quiero añadir una palabra, Utterson, y estoy persuadido de que no la llevaréis á mal: ese es un asunto privado, y os ruego que lo dejéis dormir.

Utterson reflexionó un momento, mientras seguía mirando al fuego del hogar.

—No dudo que quizá tengáis razón—dijo, en fin, levantándose.

—Pues bien, ya que hemos hablado de este asunto, y por última vez, según lo espero—siguió diciendo el doctor—hay un punto que desearía haceros comprender bien. Tengo, realmente, grandísimo interés por ese pobre Hyde. Sé que lo habéis visto; me lo ha dicho, y temo que haya sido grosero. Pero tengo afecto, muchísimo afecto por ese hombre; y si llego á perecer, Utterson, deseo que me prometáis sufrirlo y hacer valer sus derechos. Creo que lo haríais si lo supieseis todo, y alivia-