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EL DR. JEKYLL ESTABA TRANQUILO.

EL DR. JEKYLL ESTABA TRANQUILO.

Quince días después, por una feliz casualidad, el doctor daba una de sus alegres comidas á cinco ó seis antiguos amigos, hombres inteligentes, respetables y conocedores del buen vino; el Sr. Utterson, que era uno de ellos, se arregló de modo que permaneció allí después de haberse marchado los demás. No fué aquello un hecho fortuito, porque ya había ocurrido otras veces. En donde querían á Utterson, lo querían de veras. Los anfitriones se complacían en retener al austero abogado, cuando los demás convidados, con la lengua suelta y el corazón alegre, habían traspasado el umbral de la puerta; les era grato permanecer algún tiempo en su discreta compañía, comenzando así á acostumbrarse á la soledad en que iban á quedar, y habituando el espíritu al silencio, pasada