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EN BUSCA DEL SR. HYDE.

—Sí —replicó Hyde— no me disgusta que nos hayamos encontrado; y, á propósito, os daré las señas de mi casa— y le dijo un número de una calle en Soho.

—¡Dios mío! —pensó Utterson— ¿se habrá acordado también él del testamento?—Pero guardó sus temores para sí, y murmuró algunas palabras como para agradecer las señas dadas.

—Bien, veamos—dijo Hyde—¿cómo me habéis conocido?

—Por una descripción—fué la repuesta.

—Una descripción, ¿de quién?

—Tenemos amigos comunes—añadió Utterson.

—¿Amigos comunes?—repuso Hyde como un eco y con voz ronca.—¿Quiénes son?

—Jekyll, por ejemplo—dijo el abogado.

—Jamás os ha dicho nada—exclamó Hyde con un movimiento de cólera.—No os creía capaz de mentir.

—Algo dura me parece esa palabra—replicó Utterson.