dinario. No, señor, no me es posible llegar á una conclusión, ni tampoco describirlo. Y no es por falta de memoria, pues puedo verlo en este mismo instante.
El Sr. Utterson anduvo algunos pasos más sin interrumpir el silencio, y luego preguntó, como obligado por sus reflexiones:
—¿Estáis seguro que hizo uso de una llave?
—Querido señor...dijo Enfield, notablemente sorprendido por aquella pregunta.
—Sí, ya sé,—continuó Utterson—ya sé que eso debe parecer extraño. El hecho es que no os pregunto el nombre de la otra persona, porque la conozco ya. Lo veis, Ricardo, vuestra relación ha dado en el blanco. Si en algún punto habeis sido inexacto, haríais bien en rectificar.
—Creo que hubiérais podido avisarme—replicó Enfield, con algo de mal humor—pero he sido completamente exacto. El hombre tenía una llave; y lo que es más, la tiene todavía. Lo ví usarla no hace aún una semana.