entró, y volvió á salir con diez libras en oro y un vale por el resto, á cargo del Banco de Coutt, pagadero al portador y á la vista, y firmado con un nombre que no puedo decir; era un nombre muy conocido y más de una vez publicado en caracteres de imprenta. La suma era fuerte, pero la firma valía mucho más, si realmente era auténtica. Me tomé la libertad de hacer notar á nuestro personaje, que todo aquel negocio parecía fantástico, y que no era común que un hombre entrase á las cuatro de la madrugada por la puerta de una cueva para salir con un vale perteneciente á otra persona, por un valor de cerca de cien libras; pero acogió mi indicación con una tranquilidad perfecta y dijo con tono sarcástico:
—Tranquilizaos; voy á permanecer con ustedes hasta que se habra el despacho del Banco, y cobraré el vale yo mismo.—Partimos todos; el doctor, el padre de la niña, nuestro hombre y yo pasamos el resto de la noche en mi casa. Por la mañana,