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El DR. JEKYLL.

sino cierta dureza del alma, cierto abandono, cierta indiferencia para con la desesperación; mi castigo hubiera podido durar años todavía, si no me hubiese ocurrido la última desgracia, y por fin, no me hubiese separado de mi propia personalidad. Mi provisión de sal, que jamás había renovado desde mi primer experimento, comenzaba á disminuir. Envié á buscar nuevas provisiones y compuse la pócima; prodújose la ebullición, el primer cambio de color también, pero no el segundo; la bebí, pero no produjo efecto. Sabréis por Poole cómo y hasta que punto he registrado todo Londres, pero inútilmente, y estoy persuadido hoy de que mi primera provisión era impura (tenía mezcla) constituyendo precisamente esa impureza desconocida la eficacia de la pócima.

Ha transcurrido una semana, y concluyo esta relación gracias al efecto producido por los últimos paquetes de mis antiguos polvos. Es, pues, la última vez—salvo un milagro—en que Enrique Jekyll puede de-