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El DR. JEKYLL.

tibles sensaciones, heraldos seguros de la transformación, y apenas tuve el tiempo preciso para ponerme á cubierto en mi gabinete, y ya rabiaba y tiritaba de frío, atormentado una vez más por las pasiones de Hyde. Tomé entonces doble dosis para recobrar mi identidad, pero ¡hay! seis horas después, mientras contemplaba tristemente el fuego, los dolores me acometieron y tuve que volver á tomar la pócima. En una palabra, desde aquel día sólo por medio de grandes esfuerzos, como los que exige la gimnástica, y bajo la influencia inmediata de la pócima, podía permanecer siendo el mismo, es decir, conservar la personalidad de Jekyll. A cada instante, á cualquiera hora del día ó de la noche me acometían los escalofríos precursores; sobre todo cuando dormía, ó estando soñoliento, y aun hallándome ocupado en el trabajo, sentado en mi sillón, me despertaba siempre convertido en Hyde. Oprimido por el peso incesante de esta sentencia, absteniéndome voluntariamente de todo sueño, más