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El DR. JEKYLL.

menzarlas desde luego. Después de todo, decíame á mí mismo que era semejante á mis vecinos; y entonces sonreí comparándome con los demás hombres, mi buena voluntad, mis beneficios y mi actividad, con su crueldad y su pereza.

En el mismo instante en que me acudía aquel orgulloso pensamiento, un calambre, un extremecimiento me pasó por todo el cuerpo, una horrible náusea, un temblor mortal se apoderaron de mí.

Todo ello pasó dejándome algo débil; y á pesar de esa debilidad comencé á experimentar un cambio en el curso de mis ideas, mayor osadía, desprecio del peligro, y un abandono real de los deberes y obligaciones de este mundo. Miré al suelo; mi traje caía informe sobre mis miembros encogidos y arrugados; la mano que descansaba en mi rodilla era nerviosa y peluda. Otra vez volvía á ser Eduardo Hyde. Poco antes me hallaba seguro del respeto de los demás hombres, rico, estimado; mientras que ahora me veía convertido en vulgar