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El DR. JEKYLL.

tarme y extremecerme; y como un pecador vulgar, concluí sin embargo, por sucumbir á los constantes asaltos de la tentación.

Todas las cosas tienen fin; el vaso mayor concluye por llenarse; y esa débil condescendencia á mis malhadados instintos concluyó, también, por destruir mis buenos propósitos; no me hallaba aún alarmado; la caída parecía natural, y ser únicamente un retroceso á aquellos antiguos días anteriores á mi descubrimiento. Oíd lo que me aconteció:

Era un hermoso y claro día de enero, atravesaba el Parque del Regente, el suelo estaba húmedo en los puntos donde la nieve se había derretido, pero el cielo aparecía despejado y sin nubes; el gorjeo de los pájaros se mezclaba á unos olores suaves y deliciosos, casi primaverales. Me senté en un banco al sol. La parte animal de mi ser se gozaba en los recuerdos; la parte espiritual estaba algo dormida, pero dispuesta á futuras expiaciones, aunque sin querer co-