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El DR. JEKYLL.

falta firmeza para persistir en mi resolución.

Sí, prefería al doctor anciano y descontento, rodeado de amigos y de esperanzas honradas y envidiables; dije resueltamente adiós á la libertad, á la juventud (si se tenía en cuenta mi edad), al andar ligero, al ardiente hervir de la sangre, á los placeres juveniles, cosas de las cuales disfrutaba bajo el disfraz de Hyde. Tomé este partido, no quizá sin ninguna reserva mental, pues no abandoné la habitación de Soho ni destruí los trajes de Eduardo Hyde, que están siempre en mi gabinete, dispuestos para ser puestos en uso. Durante dos meses, sin embargo, fui sincero en mi determinación; durante dos meses, seguí una vida de una severidad tal cual nunca había llegado antes á observar, y me regocijaba con las compensaciones que me proporcionaba mi conciencia. Pero andando el tiempo, la impresión de mis temores concluyó por desvanecerse; las alabanzas de la conciencia empezaron á ser únicamente cosa