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El DR. JEKYLL.

Á pesar de ser en modo tan absoluto un hombre de doble faz, no era hipócrita en la acepción que se da á esta palabra; las dos partes de mi yo eran ambas verdaderamente serias. No era más yo en realidad, cuando arrojando todo freno, obraba vergonzosamente, que cuando, á la luz del día, trabajaba para aumentar mis conocimientos, ó cuando procuraba aliviar á los desgraciados y á los enfermos. La casualidad quiso que la orientación de mis estudios científicos, que me guiaban absolutamente hacia lo místico y trascendental, diese de rechazo ejerciendo como una fuerza de repulsión, y me hiciese comprender, iluminándolo con mayor claridad, ese estado de perpetua lucha entre las distintas partes de mi ser. Cada día, y desde el doble punto de vista de la moral y de la inteligencia, llegaba con mayor seguridad al conocimiento de aquella verdad, cuyo descubrimiento parcial me arrastró á este espantoso naufragio: á saber que el hombre no es realmente una entidad, sino que existen dos