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RELACIÓN DEL DR. LANYÓN.

gaveta. Al ver lo que contenía lanzó un gemido ahogado y un grito de alivio tal, que permanecí petrificado. Un instante después, con voz ya algo más tranquila, me dijo:

—¿Tenéis un vaso graduado?

Me levanté de mi asiento no sin dificultad, y le entregué lo que pedía.

Diome las gracias con un gesto adecuado, midió algunas gotas de la tintura encarnada y añadió uno de los polvos. La mezcla, que al principio era de un color rojizo, á medida que los cristales se deshacían comenzó á adquirir un color más vivo, á hervir visiblemente, luego echó como una nubecilla de vapor. De pronto, cesó la ebullición, y la mezcla adquirió un color de púrpura obscuro, pasando después lentamente á un verde agua. El desconocido, que había seguido con mirada muy atenta todas aquellas metamorfosis, se sonrió, colocó el vaso sobre la mesa, y volviéndose hacia mí y mirándome con un aire muy grave, me dijo: