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RELACIÓN DEL DR. LANYÓN.

saber su origen, su vida, su fortuna y la posición que ocupaba en el mundo.

Aunque estas observaciones requiriesen mucho tiempo para analizarlas, se me ocurrieron en el espacio de algunos segundos. El desconocido demostraba arder en una sombría impaciencia.

—¿La habéis traído?—exclamó—¿la habéis traído?

Y era tal su impaciencia que puso la mano sobre mi brazo, tratando de sacudirlo.

Lo rechacé, habiendo experimentado á su contacto como una sensación glacial en toda mi sangre.

—Vamos, caballero—le dije—olvidáis que no tengo el gusto de conoceros; permaneced sentado, si gustáis.

Le dí ejemplo, sentándome en mi sillón habitual, con la misma tranquilidad que si hubiese tenido que habérmelas con un enfermo cualquiera; tan tranquilo, a ló menos, como me lo permitían la hora avanzada, la naturaleza de mis preocupaciones y el horror que me inspiraba mi huésped.