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RELACIÓN DEL DR. LANYÓN.

luz brillante que había en mi sala de consultas, y puse la mano sobre el arma para estar prevenido á todo evento. En fin, tuve la suerte de verlo. Jamás, es absolutamente cierto, mis ojos lo habían visto antes. Era pequeño, según he dicho; me sorprendió la expresión de su fisonomía, en la que podía leerse una curiosa mezcla de grandísima actividad muscular y de indudable debilidad de constitución; por último, me sorprendió todavía más la penosa turbación subjetiva que me producía su vecindad; y fué de género tal, que mis miembros parecían helarse y que el pulso latía con menos violencia. Atribuí entonces aquellas sensaciones á alguna repugnancia idiosincrásica y personal; pero á pesar de todo, me sorprendía la vivacidad de mis impresiones, si bien desde aquella fecha he tenido motivos para pensar que su causa yacía muy profundamente oculta en la naturaleza misma de aquel hombre, y que me movía algún pensamiento más noble que el odio.