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El DR. JEKYLL.

una vez grandísima admiración; mas el libro contenía notas del propio puño del doctor, que eran horribles blasfemias.

Continuando las investigaciones llegaron al espejo de cuerpo entero, en el cual se miraron, extremeciéndose á pesar suyo. El espejo estaba colocado de tal modo que no les dejaba ver nada más que el reflejo de las llamas rojas sobre el techo, el del fuego reproduciéndose cien veces sobre los tableros pulimentados de los armarios, y también sus propias personas pálidas y asustadas.

—Este espejo ha debido ver extrañas cosas, señor—dijo Poole.

—Pero de seguro que nada sería tan raro como ese ser—repuso el abogado casi con el mismo sonido de voz.—¿Con qué objeto tenía Jekyll...?—y la palabra se perdió en sus labios; pero luego, dominando su debilidad, añadió:—¿para qué tenía Jekyll necesidad de un espejo?

—También me dirijo idéntica pregunta—contestó Poole.