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LA ÚLTIMA NOCHE.

do con temor al cadáver, comenzaron á examinar con mayor atención los diversos objetos que había en el gabinete. Sobre una de las mesas se veían restos de preparaciones químicas; montoncitos de diferente tamaño de una especie de sal blanca estaban puestos en platos de cristal como si el desdichado hombre hubiese preparado alguna experiencia que quedó interrumpida.

—Esa es precisamente la misma droga que yo iba siempre á buscarle—dijo Poole; y mientras hablaba, el agua del jarro se puso á hervir con más fuerza y se esparció por el suelo haciendo un ruido espantoso.

Aquel incidente los llevó hacia el hogar, cerca del cual había sido colocado un cómodo sillón; los utensilios para el te estaban preparados junto al sillón, y el azúcar necesario, en la taza. Sobre una mesita veíanse varios libros; uno de ellos, abierto, figuraba al lado mismo de los utensilios para el te, y Utterson quedó sorprendido al ver que era una obra piadosa, respecto de la cual había expresado Jekyll más de