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El DR. JEKYLL.

señal de Enrique Jekyll, ni muerto ni vivo.

Poole dió con el pie fuertes golpes sobre las losas del corredor:

—Es preciso—dijo, escuchando el ruido de los golpes que volvía como un eco—que esté enterrado aquí.

—Ó puede haber huído—repuso Utterson, y fué á examinar de nuevo la puerta de la callejuela. Estaba cerrada; cerca de ella, sobre las losas del pavimento se hallaba la llave enmohecida ya.

—Esta llave no parece haber servido—observó el abogado.

—¿Haber servido?—repitió Poole con la exactitud de un eco—¿no veis, señor, que está rota? Diríase que alguien la ha pisado.

—Y—siguió diciendo Utterson—los puntos rotos también están enmohecidos.

Los dos hombres se miraron con espanto.

—Todo eso, Poole, está por encima de mi inteligencia—dijo el abogado.—Volvamos al gabinete.

Subieron la escalera sin hablar, y miran-