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LA ÚLTIMA NOCHE.

lidad los pasos que iban y venían dentro del gabinete.

—Así es como anda todo el día—dijo Poole—y ¡ay! también parte de la noche. Únicamente se detiene un poco cuando llega un nuevo producto de la droguería. ¡Sólo una conciencia mala puede animar á semejante enemigo del descanso! ¡Ah! señor, ¡hay sangre vertida en cada uno de sus pasos! Pero escuchad con atención desde más cerca, y decidme si es ese el andar del doctor.

Los pasos eran ligeros y extraños, como una especie de balanceo, pero muy apagados, y en nada se parecían al andar ruidoso y pesado del Doctor Jekyll. Utterson suspiró.

—¿No hay nada más?—preguntó luego. Poole hizo un signo afirmativo con la cabeza.—¡una vez—dijo—una vez le he oído llorar!

—¿Llorar? ¿cómo puede ser?—exclamó el abogado extremeciéndose de horror.

—Llorar como una mujer ó como un