nalla!—me decía medio rabiando, medio llorando.
Cuando me hacía enojar, mucho, yo gritaba también y másjuerte que ella.
—¡Déjame en paz! ¡sos una gringa de porra! ¡No me incomodes que te puede costar muy caro! ¡Calláte la boca, y más que ligero! ¿eh? ¿me has entendido?... ¡Si no te callas, te va á pesar!
¡Era que entonces me acordaba de lo de casamiento y del papel que me había dado el cura, pero sin intención de largarla, pobrecita!...
Quiso esconder la plata, pero, ¡por donde no la iba á encontrar yo, cuando me entraban ganas de echar una talladíta al monte ó hacer un truco de cuatro! Y Carolina, al ver que se la había pispado, gritaba y maldecía primero,y después se metía á llorar en un rincón.
—¡No es por la plata! ¡no es por la plata!