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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

más cada vez y buscaba el desquite como un toro furioso.

Y como de uvita á uvita se acaba un parral, los pesos volaban que era un contento. Pero tenía una gran esperanza, que era el potrillo zaino, lindo animal, fino de patas, de pescuezo largo y cabeza chica, delgado, sin ni esto de barriga, voluntario como él solo, y más manso que el overo rosado de Laguna. Yo mismo le daba de comer, lo bañaba, lo rasqueteaba, y todas las mañanitas salía á varearlo donde no me vieran. Y en unas cuantas largadas que hicimos de balde y en secreto con unos amigos, el pingo resultó de mi flor. ¡Qué parejero! ¡Con él no me habían de ganar ni por chiripa!

Carolina á todo esto, viendo que la platita se le iba como el agua de una tina sin arcos, comenzó á armarme camorra peor que nunca.

—¡Así no podemos seguir! ¡Estás tirando todo lo que he ganado con mi trabaco, ca-