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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

vio á contar. Se alzó la sotana y se los metió bien al fondo del bolsillo del pantalón que tenía abajo, como para que no se le escapasen.

¡Y qué agarrado! Mientras estaba guardándolos, temblaba todo, como si fuera perlático. ¡Nunca he visto cosa igual!... Después se sosegó un poco y me dijo:

—Bueno, ahora vamos á jurar.

Me llevó á la iglesia por la puerta de la sacristía, me hizo hincar enfrente del altar mayor, y con mucha seriedad, principió:

—¿Jura por Dios y por el Santísimo Sacramento y por la Santa Virgen, no decir nunca á nadie cómo lo he casado, mientras yo esté en Pago Chico y en América?

—¡Sí, juro!—contesté fuerte.

—¡Ponga la mano sobre este libro, que es el Evangelio, y de esta cruz, y jure otra vez!... Y si falta al juramento, los diablos lo perseguirán en esta vida, y lo harán arder en la otra!...