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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

era italiana, y decía coven, trabaco... Pero eso no le hace. Al fin yo me divertía y gozaba sin tener que pensar en nada. ¿Qué importa la habla entonces? Yo también suelo ser fino cuando quiero—¡oh! ¿y de no?—pero me gusta que todos me entiendan...

Bueno, pues: como las cosas iban tan bien, me le animé á la gringa. Ya hacía tiempo que la andaba pastoreando para eso, pero no hallaba cómo principiar la declaración y me daba miedo de pegar una rodada... En fin, aquella tardecita me dije: "Amigo Laucha," (Yo también me he acostumbrado á lo de Laucha). "Amigo Laucha, lo que es de esta hecha, que no se te escape". Y así fué nomás...

Cuando ya estábamos acabando de comer, le busqué la vuelta y le dije:

—Conque desde que enviudó, misia Carolina, ha estado sólita... sólita y su alma?

Le hablé con la voz tembleque y mirándola medio al soslayo.