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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

—No importa, por ahora no; después veremos. ¡Hay tiempo!

Pero yo ya le había ganado la voluntad y medio se me recostó en el hombro, para volver á ver la primorosa libreta.

Tan bien iban las cosas, que esa mañana el almuerzo fué mejor todavía que la cena de la noche antes, porque, además de puchero, hubo gallina con arroz, tortilla, mazamorra con leche y dulce de membrillo. La patrona echaba el resto ó poco menos.

Entonces principié la vida gorda, las grandes charlas y beberaje con los marchantes, las jugadas al mus, al truco y á la taba, las payadas y guitarreos, los viajes de todo un día, hasta el Pago, en el overo maceta.

—Diviértase, diviértase nomás,—decía misia Carolina,—que para eso es joven; y mientras no me falte al trabajo...

La verdad es que la gringa no hablaba del todo así, como he dicho yo. Se conocía que