ciones, no importaría, porque usted no tiene laya de ser mala persona, al contrario!... Pero, ¡qué ha de querer una colocación así, cuando hasta de peón puede ganar dos ó tres pesos diarios, cuando menos!
Le conté entonces que yo era más pueblero que hombre de campo, y que no me gustaba trabajar al viento y al sol, como tenía que hacerlo para no morirme de hambre desde que principié á andar en la mala y perdí lo poco mío que tenía. Le dije que me quitaron un empleíto en Buenos Aires, por intrigas de un compañero traidor que me quería sustituir; que después anduve por las provincias del interior, corriendo tierras y buscando la suerte, pero que todo me salió mal hasta que tuve gue volverme con una mano atrás y otra adelante. En fin, le hice un cuento de los que no se empardan; y ella me escuchaba con mucho interés y atencion: hasta me parece que lagrimeó un poco...