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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

El hombre era conversador, yo nunca he sido manco, así es que la charla empezó en cuanto salimos de la pulpería... eso sin contar el aperital de adentro.

Volvía de vacío, los caballos eran buenos, obscurecía tarde, y de consiguiente podíamos llegar ese mismo día á Pago Chico. Le conté mi vida; él me contó la suya desde que vino de España: siempre detrás del mostrador, sin salir ni los días de su santo, hasta que lo hicieron repartidor, y andaba como bola sin manija, trotando en la jardinera y tardándose dos y tres días para volver al Pago. Cuando le hablé que buscaba conchabo, me dijo:

—Si usted quiere trabajar sin deslomarse, ya sé lo que le conviene. Lo dejaré á una legua de Pago Chico, en la pulpería de doña Carolina, que allí encontrará en qué pichulear algo.

—¡Magnífico, amigo! Yo para todo estoy