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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

—¿Para dónde va ese camino?—le pregunté entre otras cosas al pulpero, mostrándole con la zurda—en la otra tenía el vaso,—una huella que agarraba para el sur

—A Pago Chico. Esa huella sigue derechito como unas seis leguas, y va á dar á la misma estación del ferrocarril del Pago...

Yo había oído las mentas de ese partido, y me entraron ganas de ir, por puro gusto: al fin y al cabo, lo mismo era trabajar allí que en cualquier otra parte, y el mismo gusto tiene una copa de ginebra legítima. Pero como no tenía caballo ni de donde sacarlo, y seis leguas á pie son mucha música, le pregunté al pulpero si no caería alguna carreta ó algún carro que me llevara.

—No, amigo, me contestó:—esas huellas son de las tropas que pasaban antes con lana para Buenos Aires, pero desde hace un año ya no andan, porque todo se lo lleva el tren.

—¡Caramba, amigo, qué lástima!