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¡Qué quieren que les diga! Principió á caer gente y La Polvadera se llenó como la misma plaza de Pago Chico, para un veinticinco de mayo. Se largaron varias carreras. Corrió el coperío, que no dábamos abasto para despachar. El paisanaje se calentaba ya de lo lindo, cuando llegó el peón con mi zaino.

Había un tal Contreras, que le tenía mucha fe á su crédito, un tordillo, ligerón, es cierto, pero no gran cosa. Mi parejero no tenía ni para empezar.

Contreras era diablón, mal intencionado,