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EL CASAMIENTO DE LAUCHA
nía comprado, que á la hora de las carreras cayese montándolo, á la pulpería. El peón se llevó el parejero
—Hoy voy á correr con el zaino,—le dije á Carolina.
—Déjate de esas cosas—me contestó.—¡Qué carreras, ni carreras! El juego es la perdición del cristiano.
—¡Esta vez estoy seguro de ganar! Al zaino lo he puesto desconocido, lo van á tomar por un sotreta, y ya verás la ponchada de pesos que nos ganamos!
—Prométeme, al menos,—dijo la gringa, aprovechándose al verme blandito;—prométeme, al menos, que si de esta hecha perdés, no vas á volver á jugar.
—¡Mira, por éstas!—le contesté besando la cruz de los dedos...