Página:El camarero (1920).pdf/97

Esta página no ha sido corregida
93
 

—Mozo, me he dejado en la ventana una pera y una mandarina. Tráemelas.

Corrí a la ventana, cogí la pera y la mandarina, añadí a ellas dos hermosas ciruelas y se lo llevé todo. Después de guardarse las frutas en ei bolsillo de la levita, me dió cincuenta céntimos de propina y se dispuso a salir.

—Perdone su excelencia si me permito recordarle...

Se volvió a mí y me gritó encolerizado: —¿No te he dado ya la propina?

Antes de que yo pudiera armarme de valor para contestarle, se marchó.

En aquel momento me llamó el maître d'hotel.

Una gran tristeza me abrumaba. ¡Si hubiera podido irme a mi casa!... ¡Pero los profesores no acababan de irse. La mayoría de ellos querían aprovechar los seis rublos que les había costado el cubierto y acabar el vino; pero no pudieron bebérselo todo. El que dirigía el banquete demostró ser un hombre práctico. Revisó veinte veces la cuenta y contó las botellas llenas y vacías.

—Las botellas empezadas—me dijo—las dejamos para la servidumbre. Las que ni siquiera hemos abierto deben ser excluídas de la cuenta. Esas cinco y señalaba unas que había apartado—las llevarás mañana adonde dice esta tarjeta...

Me dió la tarjeta, y después de hacerse en el bolsillo un largo registro con los dedos, sacó treinta kopeks y me los dió de propina.

Los profesores permanecieron aún un rato sen-