Página:El camarero (1920).pdf/92

Esta página no ha sido corregida
88
 

La venta no dejó nada que desear. La actriz fué cubierta de besos. Un caballero abusó un poco: le dió un beso tan fuerte en el cuello, que casi le hizo un cardenal. Para castigarle, se le condenó a pagar una multa. La fiesta terminó con un gran escándalo.

Junto a la alegre reunión, sentado ante una mesita separada, se hallaba uno de nuestros clientes, Iván Ivanovich Gustov, rico fabricante de tejidos.

De pronto, se levantó y dijo: —Les voy a dar a ustedes esto para los hambrientos...

Y sacó la cartera.

—Aquí hay diez mil rublos. Se los doy a ustedes; pero a condición de escupirles en la cara a todos.

¡Señor, la que se armó! La artista sufrió un síncope y hubo que tenderla en un sofá. Dos caballeros le alargaron a Gustov sus tarjetas, desafiándole. Otros le rodearon, enseñándole los puños. Pero él, mirándolos desdeñosamente, los apartó a todos con la mano, se guardó la cartera y se despidió así: ¡Ni siquiera merecen ustedes que yo les escupa!

Al otro día los periódicos publicaron la noticia de que un desconocido, en nuestro restorán, había dado diez mil rublos para los hambrientos.

Poco tiempo después, Gustov, "asqueado de