Página:El camarero (1920).pdf/91

Esta página no ha sido corregida
87
 

enviaba al Comité el dinero reunido, y nos enseñaba después el recibo postal.

—¡Ya veis que no me he guardado el dinero, sino que lo he enviado a su destino!

Los periódicos dieron la noticia de nuestra suscripción filantrópica, y se hicieron lenguas de nuestra generosidad.

En los salones del restorán había cepillos con un letrero que decía: "Para los hambrientos." Al final de la comida, cuando se empezaban a beber los licores, solía levantarse alguien y pronunciar un discursito, que, generalmente, comenzaba con las siguientes palabras: —¡Mientras nosotros nos festejamos aquí, hay en las aldeas niños que se mueren de hambre!

Luego, cualquier señora, ricamente vestida y con muchos brillantes, cogía un sombrero y daba una vuelta alrededor de la mesa, —Señores, den ustedes algo para los hambrientos. ¡Iván Petrovich, Peter Ivanovich, no sean ustedes tacaños!...

Se advertía que su acto filantrópico no era para ella un sacrificio: coqueteaba, bromeaba... De esta manera reunía hasta diez rublos, mientras que la comida había costado centenares.

Una vez, una artista que había venido a comer a nuestro restorán con mucha gente, se subastó a beneficio de los hambrientos. Aquello era morirse de risa. Un beso en el brazo desnudo hasta el codo, tres rublos; en el brazo, desnudo hasta el hombro, cinco rublos; en el cuello, diez rublos.