Página:El camarero (1920).pdf/87

Esta página no ha sido corregida
83
 

—¡Qué día de desgracias, Señor! ¡No lo olvidaré nunca!

Pero mis amarguras no habían acabado aún.

Poco después volvió del colegio mi hija Natacha, y empezó a llorar.

—La directora—dijo—me ha reprendido severamente, delante de toda la clase, por mi ropa, poco presentable. Casi me ha llamado mendiga. Y tiene razón. Las demás colegialas van todas bien vestidas, y yo parezco una mendiga, con mis harapos... Todas llevan botas elegantes, con tacones altos, y yo...

Tiró los libros sobre la cama y arreció su llanto.

—No voy más al colegio... Me da vergüenza...

Cuando se enteró del suicidio de Echov, cesó de llorar, impresionadísima.

¡Qué día, Señor! Era para ahorcarse, como el escribiente.

Pero había que ir al restorán, a sentirse aún más desgraciado viendo a la gente divertirse, gozar de la vida.

VII

La muerte de Echov nos ha traído la desgracia.

Los chicos están insufribles. Mi idea de instruirlos, de hacer de ellos un señorito y una señorita fué bien poco feliz. Kolia cada día tiene peor carácter y se cree más por encima, en cuan-