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¡Me deshonra seguir junto a gente como vosotros! ¡Y no volveré a poner los pies en esta casa!

Kiril Saverianich me miró con indignación, y se despidió con estas palabras: —Sólo padres como tú pueden tener hijos así..verdaderos apaches...

Se me subió la sangre a la cabeza. Kolia se lanzó contra él, apretando los puños, y me vi negro para contenerle. Kiril Saveríanich se fué, dando un portazo.

Kolia se encerró con llave en la habitación de Natacha.

¡Mal sesgo tomaba el asunto! ¡Hasta Kiril Saverianich, a quien yo respetaba tanto, se ponía en contra nuestra! Lo que más me inquietaba era la denuncia contra Kolia que Echov había formulado la víspera de su suicidio.

Mi mujer se había acostado, presa de una crisis nerviosa, y me senté junto a su cama.

—Esto es demasiado para mí—decía—. ¿Qué ha escrito de Kolia, en su carta, el canalla de Echov? Temo que le detengan, como a Gaikin hijo.

Hice lo que pude por tranquilizarla, y fuí en busca de Kolia, que no abrió la puerta sino después de muchos ruegos. Estaba muy triste.

—¿Qué te pasa?—le pregunte—. ¿Por qué has maltratado de ese modo a Kiril Saverianich? Te denunciará a la policía, y con la de Echov, pesarán ya sobre ti dos denuncias. Es de temer que la policía se presente de un momento a otro...