ped de la casa, y quiero ser interrogado sobre las causas del suicidio. Lo sé todo.
Y, sin esperar que se le preguntase, dió principio a su declaración: He aquí lo ocurrido... Esta mañana, a cosa de las diez, cuando yo salía de mi cuarto...
El oficial de policía le interrumpió encolerizado: —Que se vayan todos! Yo llamaré a quien me parezca.
Y echó de casa a todo el mundo. Nos quedamos solos con él y el portero. Me costó gran trabajo lograr que Cherepajin se marchase. El policía tuvo que amenazarle con un proceso por resistencia a la autoridad.
Cuando conseguimos que nos dejara solos, el policía comenzó el interrogatorio.
—Por de pronto, he aquí lo que ha escrito ese individuo antes de suicidarse.
Y empezó a leer.
—En primer lugar, ha escrito que usted le había echado de su casa. ¿Es verdad?
Yo le conté lo sucedido, y me detuve sobre todo en lo que había pasado la noche anterior.
—Bueno, nada de eso tiene importancia—dijo el policía. Pero hay aquí algo un poco más grave.
Y se puso a leer en voz alta. Echov refería en su carta que había formulado denuncias contra nosotros y se mostraba temeroso de las consecuencias, y principalmente de verse obligado a sostener ante los tribunales sus acusaciones. Lue-
