Página:El camarero (1920).pdf/73

Esta página no ha sido corregida
69
 

junto a la ventana, fumaba. Su gesto era severo.

Yo le conocía mucho. Solía venderle vino del que sobraba en el restorán que el maître d'hotel nos cedía a precios reducidos.

Te has hecho esperar demasiado!—me gritó— Quieres explicarme?...

Y señalaba con el dedo al cadáver de Echov.

¡Como si hubiera sido yo quien le había muerto!

—¿Qué sabes de este asunto? ¿Cuáles han sido las causas del suicidio?... Di que me den una taza de te.

Había estado siempre muy amable conmigo, y ahora me hablaba con una dureza... Yo le escuchaba con el corazón en un puño.

—Te esperan algunos disgustos—añadió, mostrándome un papel que tenía en la mano—. ¿Dónde está tu hijo? Debo interrogarle. Dame tinta.

Se le llevó te y tinta.

—Tapadle con cualquier cosa la cabeza a ese sinvergüenza!

Cherepajin, nuestro otro huésped, que estaba presente, se indignó.

—No tiene usted derecho—dijo—a insultar al muerto. Le ruego que incluya esas palabras en el proceso verbal.

El otro se enfadó.

—¿Y quién eres tú para hacerme observaciones? Lárgate! No tienes nada que hacer aquí.

Pero Cherepajin es un hombre muy poco sufrido, y gritó: — Con qué derecho me tutea usted? Soy hués-