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brado; todo es suave, blando, apenas se oye ruido alguno. Los caballeros graves, con la cartera bajo el brazo, como requeridos por asuntos de gran importancia, entran por una puerta, y las damas, por otra. Todo el mundo lo sabe; pero no se preocupa de ello. Con tal que lo que allí suceda, suceda en silencio, sin escándalo, de un modo discreto...

No, no creo ya en buenas palabras. La que las pronuncia es, por lo general, gente sin escrúpulos, que derrocha grandes fortunas y que vive a costa de los pobres. Todo es pura farsa. A pesar de todas las precauciones, suceden a veces en los gabinetes secretos cosas escandalosas. Me ha contado Karp que hace poco, en uno de los gabinetes, empezó una mujer a dar tales gritos, que él se asustó y llamó a la puerta. Un personaje de muchas campanillas que se hallaba con la mujer se puso furioso, y hasta amenazó con hacer cerrar el restorán.

VI

Me sentía muy mal. Varias veces, mientras les servía el almuerzo a Semin y a su pobre mujer, estuve a punto de caerme, atacado de vértigos. De buena gana me hubiera tendido en el suelo.

De pronto, un compañero se me acercó, y en voz baja me dijo: —Tu mujer pregunta por ti.