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donde se la puede encontrar. Alrededor de tales mesas sólo veo gente que come, bebe y hace locuras.

La pobre modistilla, borracha, reía a carcajadas. Semin, cuando la hubo emborrachado a su placer, se la llevó abajo... En nuestro restorán existe un pasillo especial, oculto por cortinas de terciopelo y con una alfombra muy gruesa, sobre la que se anda sin ruido.

Ese pasillo conduce a los gabinetes secretos.

Nadie puede entrar en él sin permiso de la administración. Nuestro director, el señor Stros, entra muy a menudo. Pasan por él personas muy respetables: ancianos con el pelo blanco y una cartera bajo el brazo... Acuden a citas amorosas. Hay un camarero, Karp, encargado de servir allí. Lo que sabe el indino y las cosas que ha visto! Cuenta y no acaba. Mujeres casadas, de la alta sociedad, vienen con frecuencia a los gabinetes secretos, en busca de dinero con que sostener su lujo en el vestir. Hay unos álbumes que no se los enseñan sino a las personas muy ricas, a los clientes seguros, y que están llenos de fotografías de mujeres empingorotadas muy guapas.

Naturalmente, ellas no se entregan gratis: se hacen pagar bien. Los clientes eligen en el álbum la mujer que les gusta y se manda por ella en seguida. La favorecida no puede negarse, porque para eso se la paga...

En los gabinetes secretos las paredes están tapizadas de terciopelo y el suelo ricamente alfom-