Página:El camarero (1920).pdf/69

Esta página no ha sido corregida
65
 

mos nunca las indecencias que se suelen permitir ellos. Es verdad que somos incultos y que hay entre nosotros quienes se emborrachan y quienes les pegan a sus mujeres; ¡pero no hay quienes se diviertan en burlarse de los pobres! Conozco capitalistas, personas de la alta sociedad, que hacen quedarse en cueros a infelices muchachas, en los gabinetes particulares, y las obligan a andar por el suelo a cuatro patas, aullando como bestias. Para esto se necesitan muy malas entrañas.

Sé lo que dan de sí esos elegantes aristócratas, y los aprecio en lo que valen. ¡Sus buenas palabras no me engañan! Saben hablar muy bien, decir cosas muy bonitas. Los he oído muchas veces en los banquetes. A juzgar por sus discursos, llenos de nobleza, son más buenos que el pan, de una educación admirable, de una voluntad excelente, y, sin embargo... ¿quién se fía de sus discursos? Muchas veces les he oído hablar, temblándoles la voz, de los sufrimientos de los pobres, lo que no ha sido óbice para que, momentos después, gastasen centenares de rublos en emborra—charse a lo príncipe. Todo es pura farsa. Sus buenas palabras se evaporan como la espuma del champagne de sus francachelas. Se pasan la vida comiendo y bebiendo, derrochando lo que no han ganado con su sudor, como nosotros.

Todo esto me hace pensar que acaso Kolia tenga razón cuando truena contra el orden reinante.

¿Dónde está la verdad? No la veo. Desde luego, no es alrededor de las mesas ricamente servidas

El camarero
5