Página:El camarero (1920).pdf/38

Esta página no ha sido corregida
34
 

de ricos fabricantes, y hasta de condes; pero dejan al punto de pertenecer a la orquesta. En general, son muy celosas de su dignidad y de su honor, y en eso está su mayor atractivo. Algunos clientes ponen un empeño decidido en vencer su resistencia. Las señoritas tocan tranquilamente, y ellos las miran sin saber cómo componérselas para conseguir su objeto.

En mis largos años de servicio en diferentes restoranes, he visto un sinfín de mujeres de todas clases: cómicas, bailarinas, cantantes, damas de alto copete, cocottes rusas y extranjeras. He visto incluso a la señorita Cavalieri, conocida en todo el mundo. Tenemos un retrato suyo en el salón principal, pintado por un artista célebre de París, y que ha costado siete mil rublos. Una vez, la señorita Cavalieri comió en nuestro establecimiento, en el salón dorado, en compañía de personas de la alta sociedad. Serví yo la mesa y la pude ver muy de cerca. A decir verdad, no me produjo gran impresión. Es hermosa, no puedo negarlo, y viste de un modo muy artístico; pero se advierte que se vale de mil afeites y que se pone en los ojos no se qué substancia para que le brillen.

La señorita Guttelet, de quien voy a hablar, me gusta mucho más que la señorita Cavalieri. Comparemos, por ejemplo, los ojos de una y otra: los de la señorita Cavalieri son bonitos, pero maliciosos, astutos, y los de la señorita Guttel parecen estrellas.