Página:El camarero (1920).pdf/27

Esta página no ha sido corregida
23
 

Nosotros por qué negarlo?—le teníamos miedo. Podía ser, en efecto, un hombre poderoso.

¡En los tiempos que corren, todo es de temer!

¡Nunca olvidaré los sobresaltos que nos hacía pasar el indino! Era un sujeto extraño, misterioso.

Se pasaba noches enteras en su habitación, sin acostarse y sin hacer nada. Algunas veces le observábamos por la cerradura y le veíamos de pie, en medio del cuarto, con el pelo revuelto y mirando a su alrededor como un loco.

No había hecho Niucha más que entrar para avisar a Kolia, cuando vimos aparecer detrás de ella a Echov en persona. Llevaba una americana nueva y se sonreía de un modo malicioso y triunfal. Señalando con el dedo a Kolia, nos dijo: —¡Ya os he cogido! ¡No creais que soy un simple espía! He oído de cabo a rabo vuestra conversación política...

Desde el primer momento advertimos que estaba borracho. Kolia volvió la cabeza con desprecic y se encogió de hombros desdeñosamente. Yo no contesté tampoco. Sólo Kiril Saverianich trató de calmar al escribiente.

—Lo que usted ha oído es una discusión científica que no tiene nada que ver con la política...

¿Quiere usted tomar una taza de té con nosotros?

¡Es todo un diplomático el tal Kiril Saverianich!

—Nosotros—siguió—somos patriotas, y puede