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se hacía ilusiones y daba por seguro que le condenarían a muerte. Se despedía de mí para siempre. Cómo pudo Raisa Sergueyevna encontrarme, no he podido todavía explicármelo.

¡Qué carta, Dios mío! ¿Cómo había acertado Kolia a escribir con tal elocuencia, de un mode tan conmovedor? Cada una de sus palabras llegaba al fondo de mi alma y se grababa en mi memoria para no borrarse jamás.

"...¡Adiós, papá querido! Perdóneme todo el mal que le he hecho..." Se me llenaron los ojos de lágrimas y no veía Rasia Sergueyevna, sin soltarme la mano, me repetía: —¡No llore usted! ¡No llore!

Momentos después se marchó.

No hay palabras para expresar lo dolorido, le desconsolado que me quedé.

XXIII

Pasé una noche horrible. Me parecía que el día no llegaba nunca. Por fin, amaneció. Hice a toda prisa mis preparativos y me fuí a la ciudad donde se hallaba Kolia. Mi único pensamiento era encontrarle aún vivo y verle por última vez.

La policía me interrogó en cuanto advirtió mi presencia. Al enterarse del objeto de mi viaje, me dejó en paz. Lo único que hizo fué pedirme la carta de Kolia,